Las libélulas aparecieron en mi camino hace ya algunos años…

Cuando recién me casé (la primera vez), atravesé un momento de profunda confusión interna. Me estaba casando con mi pareja de toda la vida, después de 11 años juntos. Habíamos compartido la etapa universitaria, los inicios en el mundo laboral y muchísimas experiencias. Era mi persona favorita y mi mejor amigo.

Decidimos celebrar una boda grande, y así fue. Durante un año planificamos cada detalle con cariño y entusiasmo. El planning se cumplió a la perfección. Pero después de la fiesta nos encontramos con dos realidades muy distintas: lo que cada uno imaginaba sobre cómo vivir un matrimonio. Hoy, al mirar atrás, siento que éramos dos niños intentando jugar a ser adultos.

Fueron meses duros para ambos, pero continuamos juntos… Internamente no me sentía bien: estaba desorientada, intentando cumplir expectativas externas, y viví experiencias que marcaron mi primer despertar de conciencia.

Es curioso cómo, en ese periodo, empezaron a aparecer mariposas en mi vida: mariposas reales y también en objetos, imágenes y señales a mi alrededor. Incluso empecé a observar sincronicidades en las horas del reloj.

Permanecimos juntos seis años más. Luego llegó la separación y, finalmente, el divorcio. Esa etapa de separación fue, sin duda, la más dura que había enfrentado hasta ese momento. Nada me preparó para el terremoto emocional que viví. En esos días hubiera deseado una guía, pero me tocó avanzar sola, un día a la vez, recomponerme y aprender a sostenerme. Lo conseguí cuando aprendí a amarme de verdad, a mí primero, antes que a nadie.

Cuando finalmente sentí que había atravesado aquella tormenta, que podía sostenerme, soltar y empezar a vivir desde una mirada más honesta, más en paz y más conectada conmigo misma, ocurrió algo especial: empecé a ver libélulas. No solo una vez, sino repetidamente. Y desde entonces siento que me acompañan.

Hoy entiendo que no fue casualidad. La libélula, en lo espiritual, representa la transformación profunda, el renacimiento, la claridad que llega después del caos y la capacidad de ver la vida desde una nueva perspectiva. Es símbolo de ligereza, resiliencia, verdad interior y evolución.

Apareció cuando dejé atrás una etapa para volar más ligera hacia una nueva versión de mí misma; cuando estaba lista para mirarme con honestidad, honrar mi historia y elegir un camino más auténtico. Su presencia en mi vida fue un recordatorio suave pero firme: había salido de las profundidades, había aprendido lo esencial y era momento de desplegar mis alas.

Por eso la libélula. Porque representa mi propio viaje de cambio, autenticidad y despertar interior. Por eso también está presente en mi trabajo: porque simboliza ese momento en que una mujer recuerda su fuerza interior, recupera su claridad y se atreve a transformarse desde dentro.

Acompaño a otras mujeres justamente en ese tránsito: cuando la vida les pide soltar, redefinirse y renacer con una nueva fuerza. Así como la libélula, cada una puede descubrir que la verdadera libertad nace al abrazar e integrar su verdad interior, su esencia.