Este mensaje lo tengo guardado como imagen en el celular desde el 21 de marzo de 2015. Cinco semanas antes, mi exesposo y yo nos habíamos separado. Ahí comenzó la etapa de crecimiento personal más intensa de mi vida. Desconozco quién es el autor de este texto, pero le debo un enorme gracias. Y dice así:

“Durante la vida, en promedio tendrás de 3 a 5 parejas sentimentales serias, a quienes amaras con locura, y que llenarán tu vida de felicidad; al terminar te romperán el corazón, sufrirás sin consuelo, no querrás saber nada del amor…hasta volver a enamorarte. Ilusionarte de nuevo, para repetir el proceso, una y otra vez. Cuando pase el tiempo llegará la madurez, aprenderás que la verdadera felicidad solo está dentro tuyo, y que si dependes de otro ser humano, siempre vas a sufrir. Y cuando te encuentres contigo, te ames, te valores, y aprendas a vivir en paz, si alguien aparece para acompañarte en la vida, será apenas para complementar la felicidad que ya te pertenece. Y nada más que eso.”
Este mensaje llegó justo cuando más lo necesitaba. Me acompañó durante mucho tiempo, hasta quedar grabado a fuego en cada rincón de mi ser.
Hasta ese momento, yo creía que el amor que sentía por mí dependía del amor que recibía de otros. Estaba completamente equivocada. El amor empieza primero por mí.
Si algo he aprendido en todos estos años, es que no cambiaría mi amor propio por nada ni por nadie. Yo soy el gran amor de mi vida. No necesito una media naranja, porque yo soy la naranja completa.
Cuando comenzamos a ver nuestras “fatalidades” como oportunidades para conocernos mejor internamente, y las aprovechamos para aprender, estamos creciendo en consciencia.
Es verdad: todas y todos actuamos según el nivel de consciencia que tenemos en ese momento, y con las herramientas que disponemos. Pero, si aprendemos a ver cada cosa que nos duele, que nos remueve, que nos paraliza, como una oportunidad de transformación, estaremos despertando a una nueva versión de nosotras mismas.
Pensemos que todo lo que pasa tiene un propósito: ayudarnos a evolucionar, dejando atrás lo que ya no somos, y permitirnos mudar de piel.
A veces, justo en medio del dolor, sentimos que todo nos pesa. Pero también podemos sentir que estamos siendo sostenidas por algo más grande que nosotras. Y, si confiamos y creemos, ese algo nos llevará de regreso a casa: de regreso a nuestro verdadero yo.